martes, marzo 07, 2006

Mi infancia

Hoy he recibido un e-mail de una buena amiga donde me hablaba del retorno al hogar y de los recuerdos de su infancia, de cómo se desplazaba al pasado con solo sentir un olor, con solo ver una imagen… Entonces yo también me he desplazado a esos años que, aunque parezcan remotos, están a una página de libro en el gran manuscrito del tiempo. Sí, he vuelto a correr libre por los campos de maíz con mis amigos del barrio, hemos vuelto a perseguirnos por entre las mazorcas, cayendo una y otra vez en el barro y levantándonos aprisa por atrapar a ese intrépido aventurero. Hemos vuelto a oír los gritos del granjero ofuscado por nuestra inocente y anticipada cosecha, hemos vuelto a pedalear como si nos fuera la vida por esos caminos de tierra que nos llevaban en medio de ninguna parte, hemos vuelto a perdernos en los bosques y prados de nuestro hogar. Con ansias buscábamos construir la mejor cabaña del mundo, nos apresurábamos a recoger material de donde fuera y, imaginándonosla ya construida, nos sentábamos a comentar nuestra gran obra sin aún estar levantada. Y qué decir de esas tardes descubriendo casas en obras, en que nos convertíamos en paletas, arquitectos y diseñadores y “ayudábamos” a que los trabajadores, el próximo lunes, tuvieran la casa ya casi culminada… Que libres éramos, todo nos era permitido, no cabía temer nada excepto el grito o la campana del hogar que nos decían que se empezaba a acabar el día. Recuero mi padre saliendo de casa y a pulmón abierto gritar nuestros nombres al aire; esperaríamos a que el tono se volviera más amenazante y entonces volveríamos corriendo. ¿Y los gritos? para mi querido hermano, porque suya era la responsabilidad; que bueno era tener un hermano mayor… aunque después, de su parte, yo recibiera una más dura parte de culpa. ¿Y los árboles? ¿Qué mejor regalo que un gran árbol? Con ellos brincábamos, volvíamos a nuestros simiescos ancestros, nos dotábamos de las más poderosas espadas, de los arcos más ligeros y de las lanzas más precisas, nos sentábamos a su falda a jugar con improvisados personajes o, paradójicamente, se convertían en víctima de sus armas. Nuestro mayor miedo era el paso del tiempo, nuestra mayor virtud el descubrir tras haber descubierto, nuestra mayor suerte era nuestra propia infancia, nuestro bravura era nuestra inocencia, y así los días trascurrían entre arañazos y huidas épicas; el aburrimiento no era una opción, no cabía en nuestras vidas la necesidad de una video consola o un juego de rol, porque nuestras aventuras eran sentidas a flor de piel, nos bastábamos de nuestras mentes para crear parajes caballerescos, feroces enemigos y heroicas cruzadas. Si por casualidad un día nos daban a probar una de estas maquinitas en las que solo se tenían que pulsar cuatro botones, en breve llegaba nuestro aburrimiento y transformándose en curiosidad nos impulsaba a desmontar pieza por pieza ese tramado de cables y lucecitas. Y es que la diversión dependía de nosotros mismos, nacía y crecía en uno mismo y pocas veces algo externo tenía que proporcionarnos distracción; en todo caso, elegíamos con inconsciente sensatez lo que debían aportarnos nuestras tardes. Este texto me hace sentir más afortunado si cabe, más lleno por lo vivido, y en ningún momento me oiréis quejarme por lo que no tuve en mi niñez, porque desde mis 21 años veo que todo lo he tenido, aunque mi lista de reyes no se materializara por completo, aunque en mi cumpleaños no recibiera tantos regalos como quería, aunque no recibiera ningún presente de Comunión… Tuve la suerte de tener unos padres que me dieron todo lo que necesitaba para mi felicidad, me mostraron la naturaleza y me enseñaron, con mucho amor, a respetarla. Me enseñaron unos valores universales que hasta hoy son el pilar de mi existencia y, sobretodo, me dieron libertad. Tuve un hermano que me instruyó a base de visceralidad y pillería, que fue mi más fiel protector y yo su joya más preciada. Con él no cabía temer nada. Solo me queda decir que por nada querría cambiar mi pasado, y por tanto, por nada voy a temer mi porvenir.
 Posted by Picasa

1 Comments:

Blogger arisdot said...

Molt i molt bònic, som uns afortunats tots aquells que hem pogut viure una infància presidida per la llibertat, el contacte amb la natura, i la companyia dels amics. Em sap greu pensar en tota la canalla que descobreixen el mon a través dels ordinadors, de les video consoles i dels televisors, opino que es comet cert pecat de sobreprotecció que no permet que els nanos coneguin experiències vitals importantissimes. Totes aquelles que desde la prespectiva dels adults ens semblen imprudents i temeraries, i que quan som nens creiem d'una futilesa fora de qualsevol dubte.
Comparteixo la idea que una infancia presidida per la formació i el creixement personals, ens ha de donar una absoluta seguretat per encarar el nostre esdevenir. Ara bé, penso que no cal oblidar que no sabem que és tot allò que ens espera l'endemà d'un dia que s'acaba.

1:41 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home