martes, septiembre 11, 2007

Consumo consciente (III)


Por otro lado, encontramos el consumo como fin de todo un sistema económico que se ha estructurado cavándose su propia tumba: el sistema necesita crecer, para crecer se necesita cada vez más consumo, y para que consumamos más necesitamos más recursos y energía, pero, muy a pesar de los fundamentalistas del crecimiento capitalista, el planeta es finito, y con él sus habitantes y los recursos de los que éstos se abastecen para cubrir sus “necesidades”. Así pues, el segundo nivel de consciencia tiene que ver con el descubrimiento de todo lo que hay detrás de los bienes que se nos ofrecen. Si el primer nivel era el “despertar”, a este lo podemos llamar “explorar”. Una vez sentimos la necesidad de cambiar nuestros hábitos llega la hora de descubrir porque teníamos esa sensación de despropósito. Llega la hora de darse cuenta de que estamos alimentando un sistema que basa sus razonamientos de “bienestar” humano en unas teorías económicas irracionales, que pretenden extrapolar unos niveles de despilfarro energético y material cada vez a mayor escala, porque el crecimiento económico nos lo impone. Cada vez más plásticos y derivados del petróleo, más coches, más consumo energético, más “comodidades” enajenadoras de los individuos, cada vez más gasto energético y material para mantener a los sumisos en casa o en núcleos sociales pequeños para así impedir cualquier tipo de cohesión social, cada vez más irracionalidad en un mundo que, ahora más que nunca (aunque no nos lo parezca sentados en la poltrona de la comodidad), necesita de un tejido social que sea capaç de reivindicar un uso de los materiales y la energía más racional. El consumo consciente pasa por entender que cada acto de consumo, cada cosa que compramos o, mejor, dejamos de comprar conlleva unas repercusiones sociales y ecológicas en un país y a unas gentes que nos son totalmente ajenas, pero que son, como nosotros, personas.

Ruben Suriñach Padilla
05 setembre 2007