miércoles, noviembre 15, 2006

La depreciacón del capital natural

Soy de esas personas partidarias de la protección y preservación del Medio Ambiente. Ya no hablo solamente llevado por unos impulsos viscerales gestados en el profundo asco y horror que me genera la situación actual del planeta. Ahora hablo con una justificación lógica que va más allá de cualquier sentimentalismo o paternalismo hippie, ahora justifico la protección del medio para garantizar el funcionamiento del sistema en que vivimos. No doy por hecho que vivimos en un sistema idílico pero ya renuncié a pensar que hay un brillante sistema económico por descubrir que cambiará el mundo, ahora tengo los pies en el suelo.
El capitalismo funciona a base de incentivos económicos. Una empresa se mueve por el lucro y la minimización de costes, y hará todo lo posible para tener el mayor margen de beneficios. A menudo esto incluye el deterioro del Medio y la injusticia social; las principales quejas que engendra este sistema perverso y despiadado (alimentado por gente de igual características, no nos engañemos). Lo que no podemos hacer es negarnos a nosotros mismos que la gente no responde a incentivos económicos. Por triste que suene, lo que mueve las masas es el dinero. El ejemplo más claro es que si tu pones un impuesto a las empresas contaminantes por cada tonelada de residuo emitido, éstas empresas modificarán su conducta y se adecuarán a su nuevo sistema de costes: ahora contaminar cuesta dinero, y por lo tanto tendrán que encontrar la manera de producir de manera eficiente teniendo en cuenta la contaminación. Así, si se aplica el impuesto correcto, las empresas estarán incentivadas a cambiar su tecnología para no contaminar en exceso y evitar pagar un monto excesivo de impuesto.
Como véis, a las empresas y consumidores se les puede incentivar a contaminar menos (consumir menos, reciclar más) mediante los incentivos adecuados: en el momento en que nos vemos perjudicados económicamente cambiamos nuestra conducta. Ahora viene el eterno problema: nos enfrentamos a competencia desleal proviniente de países con poca o nula regulación ambiental. Para mi la solución es sencilla y aplicable, y tendría unos efectos externos positivos para el resto de países: los productos que quieran entrar en la UE deberán ser producidos mediante unas teconologías que respeten el Medio Ambiente y unos derechos sociales garantizados, si no presentan el "sello de calidad ambiental" aranceles. De éste modo las empresas europeas legitiman sus funciones de producción con costes ambientales incluidos y compiten solo con empresas con los mismos estándares de calidad. Y si algún país de fuera de la UE quiere exportar a nuestros mercados que incluya los costes ambientales y sociales que genera con su producción "barata".
En fin, hay modos de hacer que el mismo sistema de mercado se encargue de proteger el Medio Ambiente, por paradójico que parezca.