lunes, marzo 20, 2006

St. Patricks

El día se despertó sereno, tranquilo, harmoniosamente callado, frío. Pero a pesar de los copos de nieve que decoraban las calles al son del gélido viento se respiraba calidez. Parecía un día normal en las calles de la capital Irlandesa: calles saturadas de coches y autobuses evidenciando el desorganizado crecimiento de la nueva cosmópolis, O’Connell street rebosaba de gente como cada mañana y, en constante vigilancia, la estatua de Larkin observaba el incesante flujo de gente. Solo el ojo experto era capaz de detectar en esa fría mañana que algo había cambiado, que cierto movimiento hervía bajo el calmoso tejido social. No paraba de cruzarme con gente por esas ajetreadas vías que me mostraban rasgos comunes; no eran sus facciones, ni siquiera sus andares y mucho menos sus actitudes. Se trataba de algo más, se trataba de ese tono verde imperceptible a simple vista, pero que creaba una extraña sintonía en ese mar de almas. Pequeños detalles en forma de trébol en solapas, franjas verdes, blancas y naranjas en sombreros y graciosos personajes sacados de alguna obra de James Joyce de principios del siglo pasado eran descubiertos a cada paso. Pues sí, era la víspera de Saint Patricks day, patrón de los irlandeses. Pero cuando digo irlandeses, me refiero a todos, a esa gran cantidad de emigrantes que antaño debieron partir y que, con vidas creadas lejos de sus orígenes, aun se sienten tan irlandeses como sus antepasados. Ese espíritu jovial era contagioso y todo aquel que pisaba la isla se sentía irlandés como el que más. Finalmente se acabó el día 16 de Marzo para dar paso al esperado 17. Me levanté a las diez, con ganas de ver a esa muchedumbre ilusionada en las calles, que, a pesar del frío se mantendría en pie en las arterias de la capital haciendo honor a esos guerreros celtas que antaño lucharon en la intemperie contra los ejércitos británicos, que resistirían la nieve y las saetas en los campos verdes de Irlanda. Cual sorpresa la mía al ver la desfilada: la gente no faltaba y el verde reinaba pero había detalles que rompieron la idea que tenía cobijada en mis expectativas; decenas de barreras metálicas separaban pueblo y entretenimiento impidiendo que la calidez de un típico carnaval pudiera sentirse en esa fría mañana. Ni tan solo tuve la oportunidad de notarme cercano a la rua pues una segunda barrera humana entorpecía la vista y el paso. ¡Que sorprendentemente rápido nos refugiamos en un caluroso pub! Nos encontramos a la una del mediodía tomando la única cerveza permitida por nuestra conciencia ciudadana: una Guiness. I aún más grande fue mi asombro al verme rodeado por irlandeses del otro lado del océano; así era, una pareja de Iowa y un solitario Marylaniense compartían una conversación sobre la abundancia de compatriotas presente en la ciudad. Antes de tener tiempo de pedir otra poción negra nos invitaron a ir a un piso al lado de St. Patricks Cathedral (dónde la desfilada había de terminar). Bañando nuestras gargantas de nuevo en alcohol, pasamos dos buenas horas en el piso, pero a juzgar por mi estado al salir juraría que pasó una noche entera y que el sol salía de nuevo en mi etílico despertar, cuando en la sobria realidad aun no se había escondido… De ahí, nuestras piernas irlandizadas nos llevaron a un, ahora sí, cálido y amigo concierto de típica música irlandesa. Aunque a mi me diera la impresión de que el vagar sin rumbo fijo nos llevó a ese idílico lugar, en realidad era nuestro objetivo encontrarlo. ¡Que buena tarde pasamos entre flautas y violines! Sin duda fue el mejor momento proporcionado por el patrón de la isla y su gélido día (aunque a esas alturas de la jornada ya no cabía el frío en mí). Grandes círculos humanos bailando al más puro improvisado estilo irlandés, brazo con brazo, en forma de gancho, dando círculos entre la gente entre brinco y brinco; que alegría, que parranda y que aromas de cebada… Diría que fue una tarde mágica, aunque si la recordara mejor aún podría llegar a otro nivel metafísico en mi memoria. Para mí, ahí empezó y acabó el día de los irlandeses, porque lo que vino después no fue más que una fiesta etilizada de un fin de semana común en un piso cualquiera.

3 Comments:

Blogger elDuende said...

Muy bueno Druida, una gran descripción, y rozando lo épico como a mi me gusta.

un saludo de un paisano del bosque.

elDuende.

5:56 a. m.  
Blogger arisdot said...

Ei,ei,ei, que be t'ho passes, eh? Pel que expliques, si vols tornar a passar un super "St. Patrick's day" i ha de ser fora d'Irlanda, et caldrà anar a Boston, Masachussets, encara que obviament mai serà el mateix. Si t'insufles tant de l'esperit celta, quan tornis a la vila fins i tot voldràs que et diguem O'Suriñach, eh?? jejeje, apa! Salut!!!
pd: Ah, per cert, com brinden els irlandesos? Hi ha alguna paraula en gaèlic que serveixi per brindar?

8:12 a. m.  
Blogger Druida said...

Si, la paraula no l'he vista escrita pero sona com:"sloncha", fijo que no s'escriu així

8:22 a. m.  

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