martes, septiembre 06, 2005

Fragmentos de un diario de viaje

"Ayer hicimos la subida más impresionante que he hecho hasta ahora...El Roraima, la madre de todas las aguas se nos mostró con toda su fuerza e ímpetu: mil ríos de agua nos invadían por todos lados alimentados por la incesante lluvia, pero el ritmo no podía bajar; de nada servía pararse y mirar atrás excepto para observar la siniestra vista. La cuesta arriba nunca acababa, pero, sinceramente, tampoco anelaba el fin pues el espíritu aventurero se apoderó de mi y las fuerzas se me multiplicaban a cada paso.
Todo el cuerpo empapado, la vista no alcanzaba más de treinta metros adelante, pero sin duda sabía que el Gran Roraima se acercaba; estaba encima de nosotros, observándonos. Cada vez que la vista alzaba no se quería mostrar ante mi, y a modo de desprecio con la neblina nos cegaba, pero yo, amenazante, alzaba el cetro que el río me regaló y al tiempo que "Roraima!!" gritaba, con la bara les señalé.
Y cuanto más amenazaba con cada paso dado más fuerte la lluvia caía, más cudalosos los ríos y más resbaladizos mis pies. El pulso contra la naturaleza desbordada seguía y, por muy firme que me quisiera mostrar, el cuerpo de vez en cuando fallaba. Pero esas veces y cuandos a cada minuto más frecuentes eran. Notaba que el cetro que con tantas fuerzas me había alzado hacia la cima, ahora era una pesada carga; todo yo era una carga, y también se sumaba más agua a mi cuerpo y equipaje...y más agua a los caudales. Y cuando el ceder cruzó mi mente y Roraima sonreía, se mostró ante mí el campamento base: el punto de partida de la batalla final."

11-08-2005